La todavía incipiente recuperación de Septiembre parece responder la reciente data económica, que va en contra de la teoría de una nueva caída en la economía (‘double-dip’), y a favor de una visión de una recuperación gradual. Nuestra visión se inclina hacia la segunda opción, dentro de un marco de cambio estructural que favorece a los mercados emergentes y a países fuera del G7. En otras palabras, mantenemos la creencia de un crecimiento bajo de los países del G7, al mismo tiempo que (y quizás gracias a) tasas de crecimiento más elevadas en los mejores países emergentes y países desarrollados que no integran el grupo del G7. La realocación de fondos hacia países fuera del G7 está destinada a ser un cambio estructural, y no uno pasajero. Esta visión ya es parte del consenso de mercado, y los precios y performance de mercados ya lo muestran.
Vemos la volatilidad de los últimos 6 meses como un resultado natural de la confusión que existe al comienzo de un cambio estructural de mediano plazo. Especialmente uno que está ocurriendo mientras que los mercados tradicionales, que exhiben un marco de ‘fundamentals’ pobre. Es improbable que los fondos de bonos de países del G7 se adapten rápidamente a un mundo en donde el dólar y el euro pierden valor vis-à-vis las monedas de los mejores países emergentes y las de otros países desarrollados con posiciones fiscales sólidas. Lo mismo sucede con los fondos de acciones, pero el cambio está empezando a ocurrir. En consecuencia, los miedos sobre una recaída de la economía de los EE.UU. (o una desaceleración más pronunciada de la economía China), justo después de que los países de la Unión Europea atravesaran severos desafíos institucionales, sumaron a empeorar la situación de un ya muy sensible mercado. A medida que EE.UU. y China arrojen mejores datos, si bien muy gradualmente, y América Latina y Asia continúen mostrando un crecimiento aceptable, los mercados seguirán su estabilización y este cambio estructural de realocación de fondos va a continuar.
Más aun, las recientes señales de política económica desde los EE.UU. y desde Europa, colaboran para que esta realocación hacia países fuera del G7 se acelere.
Los EE.UU. claramente mantienen el combo de política fiscal y monetaria laxa, que tiende a debilitar al dólar. Los anuncios recientes de la Fed no hacen más que confirmar que no parece haber ningún apuro en diseñar o implementar una estrategia de salida para el más de 1 trillón de dólares (en castellano 1.000 billones) de su balance. En realidad, la Fed dijo que hasta quizás pueda aumentar sus políticas expansivas si la economía se sigue desacelerando. Del lado fiscal, el debate sobre la sustentabilidad del mismo en el mediano plazo ha comenzado, pero aquellos que creen en un ajuste fiscal como estrategia para transmitir un shock de confianza que podría resultar más beneficioso para el crecimiento que un mayor estímulo fiscal no van a obtener ningún logro en el corto plazo. Más aun, el éxodo del equipo económico de Obama (Orszag, Romer, Summers) puede ser el comienzo de un cambio serio, o sino meramente un simple cambio de nombres. Esta es una fuente no trivial de incertidumbre que se suma a las pocas certezas que existen sobre el futuro respecto de la continuidad o no de algunos impuestos. Las elecciones de Noviembre podrían arrojar buenas noticias, pero lejos aún de pasos hacia un esclarecimiento de la sustentabilidad de la política fiscal en el mediano plazo. Mantenemos la visión de que la economía de los EE.UU. se mantiene flexible y capaz de reponerse de déficit fiscales casi insostenibles, si bien no hay evidencia aun de que lo vayamos a ver pronto. Igualmente, hay razones para no reducir fuertemente posiciones en EE.UU. Una de ellas es que el mercado de acciones de los EE.UU. mantiene su rol como un vehículo eficiente para invertir en el resto del mundo (las compañías cada vez más obtienen beneficios de sus negocios internacionales).
Los datos provenientes de Europa comienzan a mostrar una desaceleración, haciendo honor a la regla de relegar 6 meses a lo que ocurre en la economía de los EE.UU. Las restricciones presupuestarias de los países del norte de Europa, como resaltamos anteriormente, ponen un piso en el tipo de cambio euro/USD, y continúan operando a favor euro. Sin embargo, los desafíos institucionales que enfrenta la Unión Europa, junto a la todavía elevada probabilidad de la ocurrencia de algún problema crediticio de alguno de los países del grupo de Grecia, España, Irlanda y Portugal, es suficiente como para no avanzar significativamente con posiciones nuevas en Europa.
La pregunta es cuánto más volcarse hacia el resto del mundo. Hasta ahora elegimos aproximarnos cautelosamente, pues la volatilidad que viene acechando a los mercados no parece todavía haber perdido inercia. Ante cualquier shock mundial, los mercados de los países del G7 resultan menos volátiles que los del resto del mundo. Pero los anuncios recientes por parte de la Fed, sumado a la incertidumbre fiscal (los recortes impositivos de Bush, un mayor estímulo, y el éxodo del equipo económico de Obama) y a que Europa se desacelera, nos insta a perder parte de esa cautela.
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